jueves, 4 de noviembre de 2010

[El día en que mi visión cambio...]

Mientras caminaba de noche al interior de una hermosa plaza, en silencio, pensando en cosas que no tienen relación entre ellas, me di cuenta que había un hombre sentado en la oscura sombra que proyectaba un árbol gigantesco, haciendo que la noche fuera mucho más tenebrosa debajo de él, aquel hombre estaba con postura serena pero su rostro perfectamente blanco simbolizaba miedo o quizás melancolía. Era de cabello castaño ondulado que el viento chasconeaba a su paso, y su mirada era profunda, o al menos esa apariencia daba al estar sentado en esa postura y en aquella oscuridad. Al momento de pasar frente a él sus ojos se posaron en mí como si buscara en ellos la tranquilidad que esperaba de aquella noche tan tranquila, pero yo, instintivamente, busque otro punto en donde fijar mis pupilas y nerviosa comencé a caminar mucho más rápido, buscando un lugar más seguro en donde caminar, disfrutando de mis pensamientos, reflexiones y sentimientos.
Jamás algo me había distraido tanto como el recuerdo de aquellos ojos negros, y a pesar que sus ojos demostraban inseguridad yo deseaba tropezarme nuevamente con ellos, pero no era un deseo como los demás, sino que era mucho más desesperado, sólo quería conocer aquellos ojos y el personaje que estaba oculto en su interior, tocarlo y asegurarme de que él en realidad existía.
Desde que lo vi salí a caminar todas las noches, a la misma hora y por los mismos lados, deseando toparme nuevamente con él, pero no resultaba.
Una de las tantas noches que caminaba sola por aquella plaza, me comenze a sentir débil como una pluma, y mi cuerpo se tambaleaba facilmente con el viento, decidí sentarme en el pasto y mirar las estrellas o al menos cerrar los ojos para ver si se me pasaba el mareo, pero al momento de apoyar mi cuerpo al pasto, mi vista se nublo y perdí completamente la conciencia. Al abrir los ojos mi cabeza sentía la presión de la sangre circular por ella, y mi vista trataba de ver con claridad, hasta que pude lograrlo, y con ello darme cuenta que me sostenian delicadamente unos brazos. Me senté con rapidez y muy exaltada, preparada psicológicamente para salir corriendo si es que había a mi lado un peligro evidente, pero, cuando vi de quien era aquellos brazos, mi corazón comenzó a colapsar provocando el rojo vivo de mis mejillas y una respiración profunda y rápida:
- Tranquila -me dijo, tratando de serenarme- ¿Estas bien?
- S-s-si -mi nerviosismo era demasiado evidente- ¡¿Cuanto tiempo llevo aquí? -sentía que había dormido muchas horas.
- Solo fue por un momento que perdiste el conocimiento, si hubiera pasado mas tiempo tratando de despertarte te aseguro que hubiera ido por ayuda -sonreía forzadamente.
- Lo siento, es que me sentía mal, no debí salir a caminar en este estado.
- Si, es verdad, y por lo mismo te iré a dejar a tu casa ¿Te molesta?
- N-n-no...
- ¿Puedes levantarte? -me preguntaba mientras él se paraba y extendía su mano con la intención de ayudarme a poner de pie.
- Me siento mejor.
Al momento de asujetarme a su mano para poder levantarme sentí que su contacto quemaba hasta muy dentro y que aquel fuego recorría mi brazo entero provocando que otra vez me ruborizara.
Caminamos un momento en silencio, hasta que nuevamente él rompió el hielo:
- Como te llamas.
- Vanessa... ¿Y tú? -moría por hacer contacto nuevamente con su cuerpo, al verlo tan cerca de mi.
- Jared... U-u-un gusto en conocerte... -Y me mostró una amplia sonrisa- Muchas veces te he visto pasar por acá y me dabas curiosidad, quizás es por tu aspecto agradable, jajaja, te ves muy simpática y serena... - Y otra vez me mostró una gran sonrisa.
- Yo también te vi, pero solo una vez, y... y... -me calle al darme cuenta lo que estaba a punto de decir.
- ¿Y qué? -ahora sus ojos se posaban en los mios con la misma intensidad que la primera vez que le vi.
- Me... m-me di-s- me diste miedo -mi corazón estaba enloquecido.
- ¿Ah?... jajajajajaja... pero... ¿Y por qué?... soy lo más tranquilo que hay... jajajaja -hasta su risa era perfecta para mí.
- No lo sé, tus ojos... -justo en ese momento la luz de un poste callo encima de nosotros y fue cuando me di cuenta del intenso color de sus ojos, pero ¡que equivocada estaba!, sus ojos eran de un azul vivo que penetraba con un gesto de intriga a los mios- es solo que me diste miedo...
- ¿No te gustan mis ojos? ... jajajajajaja... eres tierna, pero bueno, lamento haberte asustado, jamás seria mi intensión, aunque admito que cualquier hombre podría asustarte, causas demasiada curiosidad, y... eres... atractiva, la mirada de un hombre no puede ser disimulada cuando algo le llama la atención ¿sabias eso? -me observo por un momento y luego acaricio mi espalda de forma confiada- y ahora que somos amigos, ¿nos veremos mañana?
- Bueno, pero ahora tengo que entrar a la casa, deben estar preocupados, y como todos los días caminare por la plaza, a la misma hora, ¿bueno? -apresure el paso para llegar al patio de mi casa.
- Y yo estaré sentado, y esperando, como siempre, a que pases por la plaza, a la misma hora -sin darme aviso, y yo aun aturdida con lo que acababa de escuchar, extendió su mano para alcanzar la mía, la tomo y la elevo para luego besarla tiernamente con sus labios, luego la dejo caer. Sentí como me derretía por dentro y como mi corazón enloquecía atronandome hasta en los oídos- Buenas noches, descansa... Y, un verdadero gusto en conocerte.
El nerviosismo que me recorría era tan grande que no pude sacar voz para despedirme y solo me quede con aquella sensacion ardiente recorriéndome por las venas...

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