miércoles, 22 de mayo de 2013


El día de hoy tenía el anhelo de sentir algo de aquello que tú me hacías sentir hace mucho tiempo, algo que aunque te esfuerces demasiado sería imposible volver a sentir… bueno… jamás será lo mismo… pero si puede ser mejor… ¿No?

Paseando, sin un fin específico a parte de pensar en aquellas cosas vagas de mi vida, me encamine, sin ser consciente de aquello, a una plaza que para mí trae muy lindos recuerdos. Me senté en una vieja banca bajo un gran árbol amarillo, a causa de sus hojas de otoño, y comencé a recordar viejos tiempos, donde éramos 7 años menor y, cuando nuestro amor lo demostrábamos de una forma bastante inocente, algo normal para unos pequeños niños que recién pisaban la adolescencia e indagaban por la imaginación. Y entre mis recuerdos me enfrente a muchas sensaciones exquisitas, como la inocencia perdida, lágrimas desaforadas, temblores inconscientes en nuestras manos y muchas anécdotas sin ser contadas. Nos vimos sentados, en la misma banca, pequeños y temerosos, besándonos con una pasión que aún no se atrevía a ser expresada de otra forma, más que abrazos y susurros terciopelo. Al introducirme totalmente dentro de mis recuerdos, que sin lugar a dudas, fue testigo desde siempre esa misma banca con aquel mismo árbol, me sumergí en una exquisita onda de sensaciones, fue impresionante, fue conmovedor, tanto que quise viajar realmente en el tiempo y verme nuevamente allí, con la inocencia intacta, con todo aquello que implica una nueva experiencia. Sentí nostalgia al darme cuenta que jamás volvería a sentir algo así por ti.


Me fui caminando tranquilamente a mi casa, para volver a la realidad que me esperaba, que aunque no es trágica, es muy tediosa. Comencé a ordenar, por aquí y por allá el hogar, aun con un sabor amargo por lo sucedido en la plaza, cuando de pronto llega él. Me cuenta sobre su día, el trabajo y los estudios, que paso hambre y que tiene un terrible dolor de espalda…
De pronto…Y sin más preámbulos, me besa apasionadamente, me toma de las caderas y me atrae hacia él, arrinconándome contra la pared. Me aferro a sus hombros mientras él me suelta el pelo seguido de sus manos sigilosas por mi cuerpo, buscando desesperadamente mi desnudes. Es impresionante como este hombre conoce mi cuerpo, como lo maneja y lo enloquece. Yo, sin respiración, comienzo a rogarle que me haga suya justo cuando estoy tirando del cinturón, desabrochando su camisa y su pantalón. Me tira contra el sofá y desaforadamente hacemos el amor, quitándonos todas las preocupaciones, malestares físicos y mentales. Me sucumbí en olas inmensas de placer, como solo él me hace sentir, y yo, por supuesto, intentando dar lo mejor de mí para que él se despojara de todo lo innecesario del día y que solo fuera capaz de pensar en mí.
Juntos, entre gemidos, dimos liberación a un exquisito orgasmo, él, cayendo sobre mí, dijo lo único que la respiración le permitía decir, “Te amo… … … … … siempre”, entonces, allí comprendí lo que en plaza no fui capaz de comprender:
Todo por lo que una persona puede ser capaz de vivir a lo largo del conocimiento del Amor, yo he sido capaz de sentirlo solo con un hombre, desde los 14 años hasta hoy (21 años). He pasado por sensaciones hermosas, como también dolorosas, pero en una mescla precisa. Él es mi todo, mi complemento, me presente, mi futuro, y también mi pasado, en donde vivimos muchísimas cosas, las suficientes para que hoy pudiéramos estar así de unidos, así de perfecto, así de conciso y sereno.
Y allí estaba yo, debajo de él, extasiada, y agradecida de haber encontrado a un hombre como él… Y feliz de lo que tengo, porque lo que hoy tengo, lo que hoy vivo y lo que hoy siento, no lo cambiaría absolutamente, ¡POR NADA!



2 comentarios:

Muchísimas gracias por tener un tiempecito para mi pequeño mundo.
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